viernes, 11 de julio de 2008

¿Llorar, para qué?

Según Alejandro Casona, poeta y dramaturgo español, perteneciente a la Generación del 27: es mejor aplicar el llanto mientras que sea posible, así como la medicina antigua aplicaba la sangría. Soy de llanto fácil, lo mismo me ahogo con una película que con un muy buen chiste. No cabe duda de que mi conexión cerebral con ambas glándulas lagrimales es más ancha que la nueva carretera a Samaná.
He tenido un millón de razones para llorar, exactamente como todos. Da lo mismo que fuera por rabia que por alegría, por dolor que por sublime placer, pero hace muchos días que no lo hago. Esto podría ser interesante, pero me resulta ineludiblemente extraño.
En muchas ocasiones uno mismo es quién decide no llorar, ni para bien ni para mal, pero hoy, justamente hoy comencé a sentir un extraño cosquilleo en la nariz. Sentí calor en las orejas y sin más aviso me sorprendí llorando, llorando con tanta amargura que decidí no parar, llore fuerte, con sollozos. Lo peor es que no sé exactamente porque lloraba, solo sé que fue al entrar al parqueo de mi casa. Tal vez lo necesitaba, solo me acompañaba una canción…”More than feeling”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este es el post que más me ha gustado de todo el blog. La ilustración es exacta.

Anónimo dijo...

Ann Carson, La belleza del marido, Barcelona, Lumen, 2003. “Un ensayo narrativo en 29 tangos”.

De nada...