Una analogía no es más que la comparación de dos o más objetos o experiencias. El aprendizaje según los teóricos de la psicología actual tiene una nueva acepción “aprendizaje significativo” que no es más que un aprendizaje relacional: de objetos, hechos, situaciones y experiencias.
Evidentemente las analogías surgen de este aprendizaje, de la sedimentación de recuerdos y de un cúmulo de experiencias propias o ajenas, pero adquiridas cuando menos a nivel subconsciente. ¿Pero por qué esta introducción?
Jim Jones, esa es la razón. Es cierto que nada tiene de vigencia la tragedia de Jonestown hoy mismo, solo fue pura casualidad que viera justo ayer en Biography Channel esta historia.
Jim Jones Creo el Templo del Pueblo en Indianápolis, posteriormente lo mudó a San Francisco y terminó su periplo y su vida en Guyana. Este carismático señor era un lector desenfrenado de las teorías marxistas y quería construir “un mundo mejor”. En este afán congrego a cuanta persona sabía necesitada, de lo que él en su parlafrenalia podía ofrecer. Su congregación lo llamaba Padre (los niños le decían papá). A Jim lo obsesionaba un holocausto nuclear y el posible final del mundo. Pero en su vaivén protector se auto tituló Dios. Cuando los miembros de la congregación comenzaron a desertar Jim llevó su paranoia a extremos insospechados: comenzaron los simulacros de suicidio masivo. Hasta un día, hasta ese trágico día de finales de los 70 en que 900 personas murieron envenenadas, impulsadas u obligadas por su líder. El también murió, pero no por envenenamiento, era muy superior al resto para morir como ellos. Estos hombres quedan en el recuerdo como lo que fueron más que lo que pudieron o quisieron ser.
Evidentemente las analogías surgen de este aprendizaje, de la sedimentación de recuerdos y de un cúmulo de experiencias propias o ajenas, pero adquiridas cuando menos a nivel subconsciente. ¿Pero por qué esta introducción?
Jim Jones, esa es la razón. Es cierto que nada tiene de vigencia la tragedia de Jonestown hoy mismo, solo fue pura casualidad que viera justo ayer en Biography Channel esta historia.
Jim Jones Creo el Templo del Pueblo en Indianápolis, posteriormente lo mudó a San Francisco y terminó su periplo y su vida en Guyana. Este carismático señor era un lector desenfrenado de las teorías marxistas y quería construir “un mundo mejor”. En este afán congrego a cuanta persona sabía necesitada, de lo que él en su parlafrenalia podía ofrecer. Su congregación lo llamaba Padre (los niños le decían papá). A Jim lo obsesionaba un holocausto nuclear y el posible final del mundo. Pero en su vaivén protector se auto tituló Dios. Cuando los miembros de la congregación comenzaron a desertar Jim llevó su paranoia a extremos insospechados: comenzaron los simulacros de suicidio masivo. Hasta un día, hasta ese trágico día de finales de los 70 en que 900 personas murieron envenenadas, impulsadas u obligadas por su líder. El también murió, pero no por envenenamiento, era muy superior al resto para morir como ellos. Estos hombres quedan en el recuerdo como lo que fueron más que lo que pudieron o quisieron ser.
Como tengo la suerte de poseer un aprendizaje relacional de inmediato me llegó a la mente, las tantas veces que fundidos en un mar de emociones cantábamos a voz en cuello:
…Será mejor hundirnos en el mar que antes traicionar la gloria que se ha vivido.
Tal vez sea una simple analogía, pero lo cierto es que me llenó de pavor.
1 comentario:
Zilma, no sabes el orgullo que me produce el hecho de haber sido el primero que te hizo ver el horron que en realidad era aquel "mundo ideal" en que nos habían encerrado. Siempre he creído que de tener la oportunidad, no cometería muchos de los errores que he cometido. Algunos de ellos tienen que ver contigo, los otros fueron junto a ti. Pero al menos me consuela haber estado claro aquella vez, antes de que anocheciera.
Publicar un comentario