Mi bagaje viajero es muy breve. Apenas conozco 4 países, tres de los cuales están ubicados en el Nuevo Mundo. Pero me enamoré de una ciudad de entre las que he conocido: Valencia.
Valencia tiene todo lo que se puede pedir, lo que se puede soñar, al menos desde mi perspectiva y hago constar que siempre fui una capitalina irredenta.
Valencia tiene todo lo que se puede pedir, lo que se puede soñar, al menos desde mi perspectiva y hago constar que siempre fui una capitalina irredenta.
Una historia que data del siglo XIII, con Los Cruzados.
La influencia de los Moros que se respira y está en tradiciones vivas como el manejo de las aguas en las acequias, con su tribunal cada jueves a mediodía.
La ciudad medieval, casi intacta, con sus tragaluces de alabastro, gárgolas vigilantes y su silencio…enorme silencio.
La modernidad primera del Mercado Central y la Estacio del Nord
Hasta hoy, de Calatrava enorme y un reinado para las ciencias a disposición de las mentes más huidizas.
Claro que para esta isleña, además de todo esto, también hay algo que hace a Valencia redondita, exacta, perfecta…El Mediterráneo. Dejo constancia de ello…solo tenía que cerrar los ojos y sonreír.
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