lunes, 22 de junio de 2009

El grito profundo de un padre

Neda no era en el más estricto concepto una niña. Era ya una mujer. Una mujer, hija de un hombre herido de muerte junto a ella. El dolor que emanó del pecho de su padre, equivale a todo el peso que se cierne sobre Irán.
Neda es el ejemplo de que siempre, en las protestas contra cualquier opresión los muertos los ponemos los oprimidos. Ellos, contra los que se protesta siguen cada noche acunando a sus hijos, como si nosotros hubiésemos nacido sin el derecho a ver a los nuestros crecer.
El grito profundo del padre de Neda, no es más que la desolación de una nación a la cual no todos nos hemos atrevido a dar la mano solidaria.

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