Entre mi hija y yo hay una diferencia de veintinueve años y medio, lo que implica más de una generación para la cuenta de los gustos sobre todo los musicales. Anoche ambas estábamos tumbadas en la cama revisando tonterías en Amazon, pero manteníamos de fondo CNN que reportaba en vivo la muerte de Michael Jackson.
Se sucedían llamadas de amigos y otras que hacíamos mi niña o yo. Todas trataban el mismo tema. Por un momento Ana Rosario turbada me preguntó ¿Por qué sentía esa sensación de vacío? La pregunta puede parecer ingenua, pero la respuesta era sencilla: La Universalidad.
La señora que me ayuda en los quehaceres domésticos es apenas alfabetizada y no tiene televisor en su casa, pero sabe quién es Michael Jackson. Todos lo sabemos. Algunos ponen en primera oración que no les gustaba su música, o que no compraron jamás sus discos para luego confirmar que en algún momento de sus vidas le prestaron atención. Pero al fin y al cabo ese señorcito de trajes rutilante logró lo que pocos artistas llegan a disfrutar. Ser un icono universal.
Se sucedían llamadas de amigos y otras que hacíamos mi niña o yo. Todas trataban el mismo tema. Por un momento Ana Rosario turbada me preguntó ¿Por qué sentía esa sensación de vacío? La pregunta puede parecer ingenua, pero la respuesta era sencilla: La Universalidad.
La señora que me ayuda en los quehaceres domésticos es apenas alfabetizada y no tiene televisor en su casa, pero sabe quién es Michael Jackson. Todos lo sabemos. Algunos ponen en primera oración que no les gustaba su música, o que no compraron jamás sus discos para luego confirmar que en algún momento de sus vidas le prestaron atención. Pero al fin y al cabo ese señorcito de trajes rutilante logró lo que pocos artistas llegan a disfrutar. Ser un icono universal.
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