martes, 15 de julio de 2008

Valor intangible


Hace aproximadamente cinco años conocí a un jovencito, natural de Santo Domingo. Desde el mismo momento de nuestra presentación me percaté de que era una persona excepcional. Con una destreza tecnológica impresionante, una capacidad de organización para la vida cotidiana no propia par su edad, ni siquiera común en muchos adultos.
Además ese jovencito es capaz de “bajar” a su móvil obras de la literatura universal de las que ya penosamente solo se ven en las películas, y lo mejor era que las leía. Disfruta como pocos del cine alternativo y tiene un don espectacular para la conversación inteligente.
Pero este joven tan especial tuvo momentos muy difíciles en su vida sentimental, tanto que pensé que no se recuperaría. Este muchacho hoy vive en Trinidad y Tobago, hace menos de una semana se casó con la persona que con seguridad es su imagen en el espejo. Hace muchos meses no sabía de él, pero hoy me llamó, desde un tapón de quién sabe que calle de esa otra isla caribeña.
Euler Susaña, ese es su nombre. Después de cerrar la llamada, recordé algo que le dije en una ocasión. Envidio a su mamá, de haber tenido un hijo varón quisiera que hubiese sido él. Ese es el valor intangible de las personas, que a pesar de no estar o no ser, se les quiere como a la verdadera familia. Enhorabuena Euler y Aurelie.

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