Recuerdo que hace ya más de 20 años estuve como oyente en una conferencia magistral del profesor de psiquiatría Valdés Mier. El tema a tratar era el manejo de las emociones. Una de mis compañeras de estudio, Ileana Ricardo (de la que nunca más supe) comenzó una discusión paralela con otro estudiante y el profesor con toda la dulzura y parsimonia que lo caracteriza interrumpió su charla para preguntarles que sucedía. Ileana inclemente respondió, es que lo odio, yo odio a este tipo. Todos nos reímos pues sabíamos que estaban muy enamorados. Entonces fue que el Dr. Valdés Mier dijo: Escuchen a los viejos, los proverbios populares por lo general suelen tener mucha razón, y comenzó a reír con la gracia de alguien que vive de tratar de entender los entuertos de la mente.
Del Amor al odio hay un solo paso, no hay nada más parecido al odio que el amor, y así otras formas populares de enunciar lo que un grupo de científicos ingleses acaban de demostrar: El circuito cerebral del odio. En la ínsula y el putamen son las estructuras cerebrales implicadas en este circuito. La ínsula cataliza las expresiones de disgusto y los estímulos desagradables, mientras el putamen planifica la respuesta activa de agresión o defensa. Lo inaudito según el grupo de investigadores es que exactamente en esas zonas cerebrales es que se procesa la información y reacción amorosa, por lo que en ambos casos no es de extrañar que en cualquiera de los dos estados existan reacciones irracionales y agresivas.
Del Amor al odio hay un solo paso, no hay nada más parecido al odio que el amor, y así otras formas populares de enunciar lo que un grupo de científicos ingleses acaban de demostrar: El circuito cerebral del odio. En la ínsula y el putamen son las estructuras cerebrales implicadas en este circuito. La ínsula cataliza las expresiones de disgusto y los estímulos desagradables, mientras el putamen planifica la respuesta activa de agresión o defensa. Lo inaudito según el grupo de investigadores es que exactamente en esas zonas cerebrales es que se procesa la información y reacción amorosa, por lo que en ambos casos no es de extrañar que en cualquiera de los dos estados existan reacciones irracionales y agresivas.
Por suerte en este circuito participan otras estructuras que marcan la estrecha diferencia entre los dos sentimientos, porque si no estaríamos tan confundidos que nunca sabríamos a ciencia cierta si lo que sentimos es amor o es odio.
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