Hoy amaneció como si estuviéramos en La Habana, poco sol, mucho aire y un friecito engañoso. Realmente más parecida a La Habana de fines de noviembre. En medio de todo el bullicio caribeño que acompaña a esta temporada, con los villancicos en sinfín, viendo a hombres de traje, con panderetas, cantándole a un burrito. Mujeres que se visten de rojo o verde y se ponen aretes de hombrecitos de nieve (en este maldito calor). Sin remedio recurrí a lo inmortal, a lo sereno, a lo que te compone de esta insulsa alegría.
Serrat y nuestras Pequeñas cosas:
Y uno se cree que las mato el tiempo y la ausencia
Pero su tren vendió boletos de ida y vuelta
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejo un tiempo de rosas
En un rincón, en un papel o en un cajón
Como un ladrón te acechan detrás de la puerta
Te tienen tan a su merced
Como a hojas muertas
Que el viento arrastra allá o aquí
Que te sonríen tristes y
Nos hacen que lloremos
Cuando nadie nos ve
Serrat y nuestras Pequeñas cosas:
Y uno se cree que las mato el tiempo y la ausencia
Pero su tren vendió boletos de ida y vuelta
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejo un tiempo de rosas
En un rincón, en un papel o en un cajón
Como un ladrón te acechan detrás de la puerta
Te tienen tan a su merced
Como a hojas muertas
Que el viento arrastra allá o aquí
Que te sonríen tristes y
Nos hacen que lloremos
Cuando nadie nos ve
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