miércoles, 13 de agosto de 2008

De Circo y Humillaciones


Ya tengo ocho años residiendo fuera de mi país natal, Cuba. Ininterrumpidamente los he vivido en República dominicana, país pobre, subdesarrollado y con un montón de malos vicios. Pero nunca me sentí tan humillada en una institución de esta nación como en el consulado de mi propio país.
Hace alrededor de siete años me encontraba haciendo algún trámite que ya no recuerdo en ese bendito lugar ubicado en la Calle Privada de Santo Domingo. Por fatal coincidencia mi celular se quedó descargado y tuve la inocente idea de pedir de favor que me permitieran hacer una llamada urgente a un teléfono fijo (hago esta observación para dejar en claro que no traspasaría ningún costo por los minutos de línea utilizados) la respuesta fue categórica, NO, el teléfono solo puede ser utilizado por el personal adscrito a la Embajada.
No he tenido la suerte de poder salir de ese lugar sin antes enfadarme por alguna razón, por suerte no soy la única. En este tiempo ya han pasado varias administraciones por esta oficina pero cada día es peor. Por ejemplo, la renovación de un pasaporte por el cual hay que pagar US 200.00, debía llegar en quince días (pues ya lo hacen en México) demoró en llegar tres meses.
Hoy llegué temprano, después de tener más de una semana llamando después de las tres de la tarde, que es el único horario en que pueden responder llamadas y como el tiempo se me agota decidí ir en persona.
Me pongo en fila, o en cola como decimos los cubanos. En la sala de espera me entretengo leyendo los costos consulares para cualquier tipo de trámite. Me llama la atención que para pasar un fax o un email cobran US 20.00, pero en fin ya nada me asusta de lo que veo y sufro con respecto a las cosas de mi país. Mientras esperaba en un televisor ubicado en esa área estaban transmitiendo las Olimpiadas de Beijing, de pronto el oficial consular interrumpe su trabajo y por tanto nuestra espera se hace más prolongada, sencillamente porque él tenía una necesidad imperiosa de ver la pelea de boxeo de un compatriota. En ese preciso instante llega una señora, cubana claro está, bullanguera, que no se toma ni siquiera el trabajo de pedir turno en la fila y le dice al sonriente oficial consular que necesita irse urgente, que la atienda. Con toda paciencia el reclama un segundo de serenidad para poder ver la pelea, otro señor, esta vez dominicano, quién tampoco respeta el orden sucesivo de personas que también quieren irse urgente hace una pregunta y casi resuelve su situación: pedir una planilla.
Mientras tanto yo en tono muy bajo le comento a una joven que estaba a mi lado, “pero cuanta demora por gusto”, la joven me dice:”Respira hondo, yo tengo ya una hora aquí”.

La bullanguera y muy apurada cubana decide entrar por una puerta (al parecer privilegiada) para realizar sus “tramites” luego de haberle dicho al oficial consular delante de todos que cogiera el dinero que ella se tenía que ir. El muy circunspecto le dice: “Que pensará la gente que me estas sobornando” y entre risas ella resolvió y nosotros seguimos la espera. Unos largos minutos después se asoma el susodicho a la ventanilla a preguntar si peleaba otro boxeador cubano. Ya yo me estaba enfureciendo y le respondí que no, que cuanto demoraba él para atendernos, “Nada” fue su respuesta.
Finalmente me toca el turno que con tanta paciencia esperé. Solo iba a recoger una planilla para invitar a mi madre que cuesta la módica suma de US 140.00. Pero no me podía quedar callada, le dije que eso era irrespetuoso, “¿El qué?” que pasen personas que no hacen la cola, “¿Quién?” “Una señora muy fea y otro hombre” le dije yo. Pero cual no fue mi sorpresa al recibir esta respuesta: Esa es amiga personal mía. ¿Y que, sí yo le presté dinero y me lo viene a devolver? Sin muchas más palabras le dije que era penoso tener que acudir a ese lugar, pero el fue más inteligente “para mí es más penoso que tu vengas”.
Ese es mi consulado, ese es el derecho que yo tengo por ser cubana y no respetar las leyes arbitrarias de un estado totalitario, decadente y humillante. Tengo la esperanza que solo sea aquí, en República Dominicana, aunque tengo el pálpito como decía mi abuela que puede ser en cualquier otro lugar del mundo donde existan representaciones cubanas que de diplomáticas solo llevan el nombre.

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