domingo, 5 de octubre de 2008

La insolencia del universitario fútil


Todos los que alguna vez asistimos y nos graduamos de una universidad pasamos por ese instante de bobería, en el que nos era imprescindible que nos asociaran a lo que seríamos algunos años más tarde, cuando definitivamente arrancara nuestra vida profesional. Recuerdo cuando apenas cursábamos el tercer año de la carrera de medicina a la hora de partir del hospital, salíamos todos, sin excepción con la bata y el estetoscopio colgado al cuello. El mundo se debería estar concientes de que ya éramos casi médicos, aunque no supiéramos siquiera que oír con el mencionado aparatito. Eso dura un tiempo, a veces más largo otro más corto, pero desaparece cuando ya no importa lo que vean en uno sino el respeto que se ha ganado.
El viernes fue para mí un día de trámites y entre filas y filas pude escuchar las mil y una conversación, desde la mujer que en su enloquecida necesidad de predicar el evangelio…o su evangelio más bien decadente, decidió mandarme al infierno por no creer en Dios, su Dios porque entre otras cosas me recalcó que Alá es solo un terrorista y hasta negro.
Pero fue la conversación de dos estudiantes de término de una escuela de medicina la que me dejó pasmada. La fila era en la cancillería donde los dos jóvenes iban a certificar sus notas para el posible visado americano. Entre ellos había una distancia de la menos 5 metros y su conversación arropaba a todos los presentes, porque en cuanto a decibeles no se aguantaban ni uno.
Fulanito, dime cuales son las contraindicaciones del Haloperidol. Menganita ¿Cual es la fractura de Coles? Las respuestas eran más bien simpáticas al principio. Ninguno sabía que responder, pero lo peor fue cuando sin pudor delante de las más o menos 30 personas que esperábamos pacientemente, uno de los jóvenes dijo que su problema era la neurología porque nunca tuvo tiempo de asistir a clases. Con el descaro que casi siempre me suele acompañar me les acerqué y les pregunté cuanto duraba su rotación por Medina Legal y ambos se quedaron cual pescado en tarima, tiesos, fríos y con los ojos muy abiertos. Su respuesta fue extraña, pues ni ellos mismos entienden que era esa materia.
Pero lo peor de la historia fue que cuando ya se aburrieron de hacer saber que serían futuros médicos comenzaron a parlotear sobre las posibilidades que tenían de nombramientos ya que eran amigos o familiares de algún funcionario que les ayudaría, sin importar que no supieran cuales eran las contraindicaciones del Haloperidol, o a que huesos pertenecía la fractura de Coles ni mucho menos la importancia de recibirse con una amplia y necesaria formación en Medicina Legal.

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