
A las mujeres se nos da llorar mucho más fácilmente. Yo he llorado viendo a mi hija dormir y también he llorado cuando al final del camino llego muy cansada. Tal vez por eso no nos crean, como si las lágrimas femeninas no fueran tan genuinas.
Pero en estos días vi la foto de Ryan Oneal (el eterno Oliver Barret) cuando ya no había nada que hacer. Su ángel había remontado vuelo para siempre. Y será mi precaria educación sentimental, pero estoy segura de que el llanto de ese hombre era tan duro y sincero como cualquier llanto mío.
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