miércoles, 11 de febrero de 2009

Cachaíto López

Murió en La Habana y vivió siempre allí. Yo le conocí en Santo Domingo. Fue en el 2001 cuando se presentaron en el Teatro Nacional. Por los azares de la vida me tocó participar en la producción del espectáculo que por milésima de segundos iba a quedar a la deriva por la ineficiencia de algún que otro responsable.
Recuerdo que de pronto me vi cruzando emails con una catalana y un francés que eran los managers de entonces y quienes velaban por la calidad de la presentación. Así fue que conocí a los miembros de la legendaria orquesta.
Una noche, luego de la presentación, se les ofreció una fiesta en la sede de la Tabacalera de Carlos Fuente (un potentado cubano de origen pinareño). Los exclusivos invitados inundados por la bebida y el humo de los habanos hacían poco caso de la agrupación. Cachaíto en particular se sentó en una esquina de la estancia y miraba casi con asombro el vaivén de los personajes (que no eran ellos como debía ser sino los que invitaban).
Cuando le pregunté si necesitaba algo me dijo con una dulce sonrisa que estaba bien, solo que ya era algo viejo para esos trajines. De inmediato se me quedó mirando a los ojos y me preguntó ¿Quieres mandar algo para Cuba? Yo soy un hombre serio.
Y claro que no podía rechazar la oferta de este peculiar mensajero…Cachaíto López estuvo en mi casa habanera, llevándole a mi madre mi “paquetito”. El más que un hombre serio, fue un hombre inmenso.

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