miércoles, 21 de mayo de 2008

¿Cuántas veces descubrimos el pan?

Me vino a la mente leyendo una de las entradas de Generación Y. A comienzos de 1994, Ana Rosario descubrió el pan. Su júbilo es fácilmente reconocible en la imagen. Un gusto nuevo, una textura distinta a los sempiternos “purés” que le preparábamos por ese entonces.
En Cuba sólo se le ofrece al consumidor diariamente una triste y arrugada porción de este funcional alimento. No era así cuando yo era la pequeña de la casa. Recuerdo la “Flauta de Pan” y de cómo a escondidas me la comía por el centro, dejando para los demás solo el “cascarón”.
El descubrimiento de mi hija fue de pan a secas, no era que se tratara de pan pita que no crece, o pan biológico, o alguna de estas nuevas aberraciones dietéticas tan de moda por estos días. Era un pedazo de pan, sin figura geométrica conocida…más bien parecía una porción amorfa caída de la Sagrada Familia de Gaudí que se desmorona en mil pedazos.
Luego llegó el Pain de Paris (al Vedado), con un lujo discreto y unos precios escandalosos, pero donde aquel que podía compraba una baguette o un croissant. Mi hija así descubrió el pan por segunda vez. Pero nunca imaginamos que seguíamos viajando como diría mi abuela “en el zeppelín de la ignorancia”.
Fue en Samaná, en esa península que alguna vez fue francesa, donde no sólo Ana Rosario, sino toda la familia descubrió el placer del pan y esta fue la tercera. Ancient Pain…ese fue el lugar, justo en Las Terrenas. Por suerte, este fin de semana rememoraremos aquel comienzo del 1994 pero comiendo pan de verdad allí donde lo descubrimos por tercera vez.

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