sábado, 5 de julio de 2008

The Great Debaters: una lección de grandeza


Acabo de ver la película dirigida por Denzel Washington, también actuada por él y otro grande del cine actual Forrest Whitaker. No vi en ella una trama racial, como sucede muchas veces. La vida de Melvin Tolson es muy superior a ese tipo de futilidad. Tampoco me impresionó que la historia culminara con el triunfo del equipo de debate de la pequeña Universidad de Wiley sobre la sempiterna Harvard.
Tolson hombre muy culto pero con los pies en la tierra, enseñaba a sus alumnos a encontrar argumentos lógicos, los llevaba a la contraposición del tema y los hacía sostener la base desde la que se escogió el argumento a debatir. No solo los enseñó, también los protegió incluso de sus actividades extracurriculares por las que fue puesto en la “Lista Negra”.
Hay una escena en la película donde los jóvenes tienen que irse a Cambridge y de pronto descubren que, el viaje más importante de sus vidas lo tienen que hacer solos, sin su tutor, sin su compañero mayor, sin su guía. El más joven de todos con apenas 14 años corre a asomarse a la cola del tren y ahí justo en ese momento entiende que se puede seguir adelante, que lo que no se puede perder es el rumbo a seguir, los ideales que se sembraron tiempo atrás.
En el debate final, en Harvard, se trata sobre la desobediencia civil y se cita a Thoreau, como es lógico. Y ese momento es, a mi juicio uno de los más interesantes del film. La desobediencia civil es un mecanismo de protesta social que consiste en la negativa a prestar obediencia a las leyes y decretos de algún gobierno o poder establecido. Esta desobediencia puede ser de forma pacífica y no violenta, manteniendo una actitud de protesta contra la autoridad con el fin de rectificar los errores que a juicio de quienes protestan, ésta ha cometido.
Aproveché y busqué a Tolson, aprendí algo: Cuando se tiene la razón, se anula la soberbia. Eso hizo ganar a los chicos de Wiley, a los discípulos de Mel.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo, un tema apasionante, pero cómo hacer a un lado orgullo y soberbia para aceptar que nos equivocamos?, peor aún que nuestros errores siempre son los mismos (o el mismo).
Imagino que algunas personas que te conocen creen que estás en desobediencia civil por hacer valer tus creencias, amor propio y derechos...
Ignóralos, se feliz deja libre a la verdadera Ana Z. la de la chispa, la risueña, brillante e inteligente que extrañamos hace tanto tiempo.

Anónimo dijo...

Por sus palabras les conoceréis.